19 de noviembre de 2007

La guerra pasa, las galaxias quedan


De vez en cuando, expertos internacionales coinciden en solicitar que el gobierno norteamericano investigue los ovnis. Cuando estas peticiones no naufragan ante un muro de frivolidad o de silencio, hacen emerger la discreta evidencia de que los Estados Unidos ya llevan muchas décadas de investigaciones encubiertas. Tienen nombres y apellidos las personas que hablan de investigaciones conjuntas entre Washington y Londres... y hasta de Washington con Teherán en los años 70.

Como se esforzó en subrayar el congresista Kucinich, ver un ovni sólo significa ver lo que las siglas dicen: un objeto volador no identificado. Puede ser un platillo volante repleto de extraterrestres o puede ser un avión, o incluso una nave espacial llena de terrícolas volando por donde no debieran.


El clímax de la Guerra Fría coincidió con el apogeo de estos estudios, por razones evidentes. Al decaer esta amenaza, decayó también el interés por una investigación coherente y sostenida. O por lo menos pública.

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