El País
Por: Andrés S. Braun
Reposados o interactivos, los fantasmas atraen a los turistas
Entes que se infiltran en Disneyland Resort París y otros que pegan a la gente en Edimburgo. Un autor italiano recoge en un libro casos de apariciones, 'poltergeist' y otros espectros juguetones.
Se supone que la Casa de los Fantasmas de Disneyland Resort París está habitada por 999 (hologramas). El baile espectral de la novia y sus invitados es el punto culminante de un recorrido en el que hay quien asegura haber asistido a sucesos de lo más extraño, como la presencia de uno más -el Espectro Número 1.000- no invitado precisamente a la fiesta. En la Guía de casas embrujadas del mundo, el italiano Francesco Dimitri, de 25 años, cita este parque temático, junto con otros 20 lugares, en un recorrido donde lo paranormal forma parte de la rutina diaria.
Dimitri cuenta las historias que hay detrás de los edificios embrujados e informa al lector sobre cómo llegar o incluso reservar una visita guiada -pues los fantasmas contribuyen a hacer caja: sus historias son un recurso turístico de primera, y prácticamente todos los sitios citados atraen a muchos visitantes ávidos de curiosidades sobrenaturales-. Desde casos famosos, como las apariciones de presidentes estadounidenses en la Casa Blanca, los tripulantes fantasma del buque Queen Mary -anclado en Long Beach (California)- o el espectro de Ana Bolena en la Torre de Londres, hasta otros menos conocidos, como el del viejo parroquiano que sigue presentándose con regularidad en el restaurante italiano Il Brunello, en Nueva York, pese a llevar varios años muerto. Otro caso es el de la bruja blanca, cuyo fantasma se aparece en la mansión de Rose Hall, en Montego Bay (Jamaica). La tal bruja fue Annie Palmer, una chica francesa que se desposó con el dueño de la casa y la correspondiente plantación azucarera. Craso error. La mujer resultó ser una experta en vudú que no tardó en asesinar a su marido y hacerse con el control de la finca. La leyenda dice que mató a otros dos maridos y a un número desconocido de esclavos negros, con los que se encaprichaba durante unos pocos días y luego sacrificaba en sus ritos de vudú.
"Mi objetivo era contar las historias que hay detrás de todos estos lugares fascinantes. No intento hacer creer que los fantasmas existen. Lo importante es aceptar que podrían existir", explica Dimitri desde su casa de Roma.
Un máximo de cinco fantasmitas
Si la historia del Espectro Número 1.000 de Disneyland le ha erizado ligeramente el vello, debe saber que el autor califica el lugar con una nota bastante escueta (dos fantasmitas de un máximo de cinco). Aun así, le resulta interesante "que una casa falsa muy embrujada se haya convertido en una verdadera casa un poquillo embrujada". Entre los casos que merecen cinco fantasmitas está el de la rectoría de Borley, un pequeño pueblo de Essex (Inglaterra). Probablemente se trate de la casa embrujada más famosa de todos los tiempos debido a la gran cantidad de extraños sucesos que allí ocurrieron. Aunque un misterioso incendio acabó con la mansión en 1939, hoy puede visitarse la iglesia de Borley, que se halla muy cerca de donde estaba la casa y que parece ser el nuevo hogar de los fantasmas locales.
Pero no todas las apariciones son iguales. Dimitri diferencia entre los espectros residuales y los poltergeist. Estos últimos merecen un capítulo aparte en el libro, ya que son aquellos que interactúan con las personas. Cabe decir que el trato no suele ser lo que se dice cordial. Además de hablar (amenazas e insultos), golpean a las personas o les arrojan cualquier cosa (en ocasiones, hasta gatos), tiran de la cadena, cambian objetos de sitio, desordenan la ropa (tienen especial preferencia por la ropa de cama de color blanco) y en general muestran un comportamiento insensato. Dimitri, suponiendo que se trata de los espíritus de personas desagradables y maleducadas, lo resume con bastante claridad: "El que es imbécil de vivo, es imbécil de muerto".
Uno de los casos poltergeist más insólitos ocurrió a principios del siglo XIX cerca de la ciudad de Adams (Tennessee). Según cuentan, la familia Bell sufrió durante una década la presencia de un poltergeist que les agredía y les castigaba con insufribles ataques de verborrea: cantaba o repetía los sermones del pastor local. Eso sí, siempre expresó su odio hacia el padre de familia, John, al que supuestamente acabó asesinando al hacerle ingerir un extraño líquido negro. Éste es el único caso documentado en el que un ser sobrenatural podría haber sido el responsable de la muerte de un ser humano. Hoy es posible visitar una gruta -la casa fue demolida- ubicada en la finca Bell y en la que, supuesta y esporádicamente, el poltergeist se sigue manifestando. Eso no impide que los propietarios (descendientes de los Bell) organicen fiestas de halloween, previa reserva, u ofrezcan paseos en canoa en el río cercano. Además se puede visitar la reconstrucción de la casa original (con grabaciones de sonidos fantasmales incluidos). Las reservas se pueden hacer en www.bellwitchcave.com. La web merece aunque sólo sea una visita: no tiene desperdicio.
Desde finales de los noventa, otro caso ha afectado al cementerio de Greyfriars (Edimburgo). Concretamente, al recinto conocido como El Mausoleo Negro, donde los visitantes sufren extraños ataques al entrar: náuseas repentinas, golpes, manos invisibles que les tapan la boca o la sensación de que hay un animal peligroso agazapado en la oscuridad. Lejos de ahuyentar al personal, en la actualidad se organizan visitas guiadas con una gran afluencia de público, y en las que muchas veces sucede algo. Si decide acudir (reservas, en www.blackhart.co.uk), tenga cuidado, ya que el poltergeist suele atacar a aquellos que se separan del grupo.
En Turín, Parma y Zanzíbar
Aunque en el libro no se cita ningún caso español (el autor apenas conoce España), Francesco Dimitri habla de varios casos en su país -"las casas italianas están embrujadas, pero no demasiado"-, como el jardín botánico de Siena; el castillo de la Rotta, cerca de Turín; el de Montebello, en Rimini, o el de Bardi, cerca de Parma.
Dimitri también incluye consejos para ir a cazar fantasmas, una actividad complicada en la que no se debe olvidar ningún detalle por muy mundano que sea. Además de grabadoras, cuadernos para apuntar, cámaras fotográficas, el autor italiano nos recomienda que llevemos... azúcar. ¿La razón? Muy sencilllo. Es mejor que harina para que los espectros dejen marcadas sus huellas porque hace ruido al pisarlo.
También hay consejos sobre los mejores momentos del día para avistar fantasmas. En algunos casos, los espíritus incluso tienen horarios, que, a pesar de no obedecer a lógica alguna, respetan escrupulosamente: la voz fantasmagórica de una niña resuena en la bodega del castillo de Montebello los años acabados en 0 o en 5, y en el castillo de la Rotta toca procesión de frailes fantasma las noches del 12 al 13 de junio.
Por último, un breve diccionario descubre al lector términos exóticos como Popobabawa, un mito difundido en la isla africana de Zanzíbar. Se trata de una criatura con cuerpo de enano y alas de murciélago que viola a los hombres por las noches, especialmente a los más incrédulos. Ya que la última oleada de ataques data de los años noventa, conviene hacer caso a Dimitri. "Si viajáis a Zanzíbar, estad atentos".
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