Por: A. Martínez
Una pareja de hermanos jubilados de Baiona vive atemorizada porque cada noche alguien se cuela en su finca y arroja piedras contra la fachada de su casa
En Baredo están empezando a creer en los fantasmas. Al menos así lo piensan Manuel Álvarez Jarvín y su hermana Pilar, que llevan seis meses sufriendo los ataques de un desconocido que se mete con frecuencia dentro de su finca y arroja piedras contra la fachada de su casa. La familia recibía sus incómodas visitas casi a diario, pero últimamente llevaba alrededor de un mes sin actuar.
Sin embargo, desde hace días ha vuelto a hacer de las suyas. Se cuela por la parte más baja del muro que cierra su finca y, una vez dentro, empieza a tirar botellas, trozos de madera, rompe plantas y mueve de sitio las macetas. La última vez se metió en el cobertizo y desordenó toda la leña que estaba almacenada, así como otros utensilios del campo.
Manuel Álvarez y su hermana están atemorizados, lo mismo que su madre, de 87 años, que también habita en la misma vivienda, aunque nunca se le ve en el exterior por su estado de salud.
«No me atrevo a salir de casa», comenta su hija Pilar, que hace poco tiempo prefirió renunciar a un viaje antes que dejar a su madre y a su hermano solos dentro de la casa. Para ellos, lo que les pasa es inexplicable porque aseguran que no tienen ningún problema ni enfrentamiento con nadie que pueda pretender hacerles la vida imposible.
Esta pesadilla los obliga a tener bajadas las persianas de casa para evitar la rotura de los cristales, como ya ha hecho con varias tejas.
Manuel Álvarez dice que el desconocido siempre actúa a última hora de la tarde, coincidiendo con la hora en la que se pone el sol.
Ya han denunciado estos misteriosos ataques ante la policía local y el puesto de la Guardia Civil de Baiona, para quienes el asunto resulta muy extraño, a no ser que se trate de una gamberrada de alguien de su entorno.
La familia es incapaz de reconocer a su presunto agresor. Manuel asegura que las veces que ha podido verlo escapar iba siempre tapado con un gorro y una cazadora. «Me parece que es alto y que tiene los pies muy pequeños», apunta.
Los vecinos no los creen. En la calle nadie ha visto nada anormal y piensan que todo es producto de su imaginación.
Pero lo cierto es que al concejal de seguridad ciudadana de Baiona, Manuel Duarte, casi le cae una botella en la cabeza el día en que fue a visitar a esta familia interesándose por su problema. El edil salió de la casa todavía más intrigado que cuando entró y declaró: «Aquí algo raro está pasando y esperemos que sólo sea una chiquillada».
«Sea lo que sea, lo que queremos es que se marche para que podamos vivir tranquilos», afirma el propietario de la casa.
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